Antes de comenzar
a pasar consulta, mi amigo el Dr. T., uno de los médicos a los que más admiro,
siempre formula al paciente la misma e inesperada pregunta: “¿Por qué desea
curarse?”.
O dicho de otra
manera, es como decirle: “¿Qué espera hacer con su vida cuando se cure?
¿Está seguro de que merecerá la pena?”
Lo que el Dr. T. pretende es que
el paciente se fije una meta.
Por ejemplo: “Tengo que curarme
porque debo llevar a cabo sin falta tal proyecto, que es de suma importancia
para mí o para alguien a quien quiero”.
De esta manera, según el Dr. T.,
las probabilidades de superar la enfermedad aumentan considerablemente, en
especial para aquellos que padecen enfermedades crónicas desde hace tiempo. Su curación
cobra sentido. Su vida sufre una transformación y ya no sólo puede sanar el
cuerpo, sino también su espíritu.
Una vez que el enfermo responde a
esta pregunta, la curación puede llegar a acelerarse, y en casos excepcionales,
hasta ser inmediata; convierte al enfermo en una persona completamente
nueva.
Sin embargo, no hace falta esperar
a estar gravemente enfermo para vivir esta transformación. Más bien al
contrario.
Un modelo a tener en cuenta
Cuando yo tenía 21 años, mi primer
jefe, al que llamaremos Sr. F., un hombre de éxito continuamente adulado por su
entorno, me contó que para gozar de una vida plena debía comenzar a desarrollar
una filosofía personal que guiara mis decisiones diarias. Ello me permitiría
cumplir aquellos objetivos que yo mismo me hubiese fijado, sin tener que vivir
a merced de los acontecimientos.
“Lo primero que debes hacer”,
me dijo, “es crear un conjunto de reglas de vida que te ayuden a reducir el
estrés y a no despilfarrar energía emocional, para que puedas ser más
productivo y tengas mayor disponibilidad para tu familia y tus amigos”.
Y eso fue lo que hice. Y debo
decir, ya pasado el tiempo, que esa decisión transformó mi existencia. Por ello
hoy he decidido compartir aquí mis reglas. Es un ejercicio muy personal, y en
el fondo muy íntimo, pero estoy convencido de que es el primer paso fundamental
para “cambiar de vida”.
Entiéndaseme bien: no pretendo
abrir un debate sobre si mi filosofía personal es correcta o incorrecta, buena
o mala. Y menos pretendo ser ejemplo de nada.
He decidido exponer mis reglas
únicamente con el fin de activar la reflexión que cada uno debe hacer y, quién
sabe, para animarle a hacer lo mismo. Mi único objetivo es el de alentar a cada
persona a que adopte unas normas que le permitan encarar la vida de una manera
más positiva.
Quizá alguno ya tenga esas normas
claras en la cabeza. En ese caso, le animo a que las ponga por escrito. Se
pueden adoptar normas para cada aspecto de la vida, desde la salud hasta la
pareja o la familia.
Como verá, mis reglas son muy
prácticas y en ocasiones muy terrenales. Y es que así soy yo. Cada uno debe
encontrar su propio camino.
Mis 11 normas de vida
Llevar una vida ordenada y ser disciplinado. La disciplina por lo general consiste en hacer
justo lo contrario de lo que de verdad nos apetece hacer en ese momento. Los
medios más sencillos para ser disciplinado son: 1) fijarse plazos; 2) descubrir
qué se nos da bien, lo más importante para nosotros, y concentrarse en ello; y
3) sustituir las malas costumbres por buenas costumbres, una a una, empezando
por aquella que nos resulte más fácil cambiar.
Aprovechar el tiempo. El
tiempo es la riqueza más grande, y lo único que puede impedirnos llegar a
cumplir algo. El tiempo perdido no se vuelve a recuperar, por lo que malgastar
el tiempo es malgastar la vida. Por ello me esfuerzo en no involucrarme en
actividades en las que el único objetivo sea “pasar el tiempo”. La elección más
importante de nuestra vida es elegir en qué queremos invertir nuestro tiempo.
Pensarlo dos veces antes de prometer o comprometerme
con algo, sea lo sea. Las promesas son
contratos que deben cumplirse. Y eso incluye los acuerdos a los que llego
conmigo mismo.
Una dosis de prudencia evita grandes lamentos. Siempre hay que esperar lo mejor, pero
prepararse para lo peor. Los arrepentimientos de verdad llegan solamente cuando
no se ha hecho todo lo posible. Debemos hacer más de lo que se espera de
nosotros. La vida es sencilla si nos hacemos frente a las dificultades y se
complica cuando simplemente buscamos lo fácil.
Dormir lo suficiente. Siempre
procuro acostarme y despertarme a la misma hora, durmiendo siempre lo
suficiente, una regla que no me salto salvo por algún motivo personal o
profesional importante. Sólo tomo alimentos naturales ricos en nutrientes,
evito la cafeína después de la una de la tarde y no bebo alcohol al menos desde
tres horas antes de irme a dormir.
Todas las mañanas me dedico a escribir durante al
menos hora y media antes de ponerme a hacer cualquier otra cosa. Nunca miro mis e-mails antes de las nueve de la
mañana.
Cada día, después de terminar mi trabajo, hago
una lista de las tareas para el día siguiente. También
escribo un diario en el que anoto los objetivos de mi vida y los progresos que
voy haciendo.
Intento evitar cualquier enfrentamiento o
conflicto, tanto en persona como por internet. Son una pérdida de tiempo y energía. Si no tengo razón o estoy
equivocado, me disculpo y soluciono el problema lo antes posible. No obstante,
los demás están en su derecho de no aprobar lo que hago o no estar de acuerdo
conmigo aunque yo esté convencido de su fundamento, pero no voy a ponerme a
discutir. Cuando me encuentro en una situación potencialmente conflictiva,
respiro hondo, me paro, suelto aire y vuelvo a concentrarme en mi trabajo y en
mis objetivos, sin dejarme arrastrar hacia otro terreno en el que tengo mucho
que perder y nada que ganar.
Siempre intento tener en la cabeza las dos consignas
siguientes:
Relativizar. Y con ello me refiero a que la
vida está llena de pequeñas nimiedades que pueden bloquearnos por completo si
decidimos darles importancia. La vida es demasiado corta como para centrarnos
en algo distinto a nuestros objetivos principales. Cada uno de nosotros tiene
una misión que cumplir consigo mismo y con los demás; no hay que perder el
tiempo en problemas secundarios.
Nada es para siempre. Esta fórmula me ayuda tanto en los
buenos momentos como en los malos. En los días difíciles de mucho trabajo y
preocupación, sé que nada es para siempre. El pequeño sufrimiento por el que me
toca pasar ahora pronto quedará en el olvido, cuando recoja los frutos de mi
trabajo o cuando piense en todo lo que he conseguido. Y en los buenos momentos
trato de recordar que no debo dejar de lado mis objetivos aunque las cosas
vayan bien. Sean cuales sean las alegrías del momento, nunca debo abandonarme a
la pereza, porque aún quedan muchas cosas por hacer y mejorar en el mundo.
Nunca seré quien no quiera ser. No seré ruin, ni tendré celos, ni envidias, ni cederé
ante ningún otro sentimiento fácil. No haré caso a rumores ni criticaré a
nadie, esté con quien esté y sea donde sea. No seré negativo, porque ser
positivo es mucho más sencillo. Me rodearé de personas que me aporten
experiencias, conocimientos y valores y que enriquezcan mi vida.
Escribiré con honestidad y sensibilidad. Hace mucho tiempo que dejó de preocuparme lo que los
demás piensen de mí. La cantidad de personas a las que puedo ayudar
compartiendo los resultados de mis estudios, ideas y consejos en mis e-letters
es más importante que la opinión ajena. Los poemas de amor más hermosos están
escritos por los poetas más apasionados. Nunca conseguiría ayudar a todas las
personas que quisiera si me guardara para mí la información que de verdad vale.
Y no pararé hasta ayudar a un millón de hombres y mujeres a retomar el control
de su salud, su cuerpo y su espíritu para transformar su vida, vivir mejor el
presente y prepararse mejor para el futuro.
Y esto es todo.
Estas normas me permiten vivir con menos complejos, más energía y más
productividad y eso no lo hubiera conseguido sin haber tenido clara mi
filosofía de vida.
La filosofía personal de cada uno
En el fondo puedo llegar a
entender a todos aquellos que en un primer momento sientan cierto recelo hacia
el texto de hoy, pues parece alejado de los temas de salud habituales.
Por eso no hay que olvidar que en
mi propuesta no existe un juicio de valor. El objetivo de esta lista no es el
juzgar las reglas que yo he elegido, ni tampoco dar una lección moral. El
objetivo de esta lista, la idea central de este boletín de hoy, es estimular la
reflexión personal.
Todas las semanas todos tomamos decisiones que nos
provocan remordimientos e incluso sentimiento de culpa. Pero también tomamos
decisiones que sabemos que son correctas, incluso aunque cueste
tomarlas.
¿No sería más bonita la vida si nos costara menos tomar más
decisiones correctas con el objetivo de llegar directamente a nuestra meta?
Pues bien, justo para eso sirven las reglas de vida de cada uno, la filosofía
de vida personal.
A partir del modelo de filosofía de vida que hoy he presentado,
cada persona puede crearse uno propio que le ayude a tomar decisiones correctas
y a cometer menos acciones de las que arrepentirse. La vida es más fácil cuando
seguimos nuestras propias reglas en lugar de actuar según lo que los demás
esperan de nosotros o, mejor dicho, según lo que creemos que esperan de
nosotros.
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