Vivimos una época en la que hacer
deporte está de moda. Muchas personas viven con la necesidad de huir de la
sensación de prisa y de una actitud estresante, consecuencia del ritmo
imperante en esta sociedad. Ya sea por esto, y por el deseo de sentirse en
forma o por los cánones sociales de belleza, cada vez hay más personas que
practican actividades deportivas como hobby. Con respecto al ejercicio, como
con todo lo demás, estamos influenciados por cantidad de información y
tendencias.
Tal vez son demasiados estímulos los que
recibimos como para hacernos una idea clara sobre qué es lo saludable en
deporte. En las décadas de los sesenta y setenta teníamos una actividad física
diaria moderada o alta, relacionada con las actividades del mundo agrícola o la
construcción, en el que había un cierto equilibrio entre la actividad y el
descanso y entre las calorías ingeridas y las consumidas. El boom de la
obesidad estaba por llegar.
Ahora somos una sociedad de servicios,
con vida de oficina,
vamos sobre ruedas a todas partes y tenemos menor gasto calórico, ya que hemos eliminado casi por completo subir
escaleras y hacer los trayectos a pie, lo que mantiene el metabolismo basal.
En nuestro
horizonte predomina una tendencia a la obesidad, al sedentarismo, en el que se
realizan, si acaso, actividades deportivas de forma ocasional o, en general,
una o dos veces a la semana; patrón con ciertos beneficios, pero
también con sus perjuicios para el sistema osteoarticular. La falta de tiempo y
la acumulación de estrés crean una combinación donde lo habitual es buscar
pocas sesiones de ejercicio, pero intensas y extenuantes.
Hemos seguido todas las modas
provenientes de Estados Unidos y del resto de Europa, y, en menor medida, de
Oriente, que nos ha ofrecido el yoga y el tai chi. Hemos pasado también de una
alimentación mediterránea, hecha en casa, con productos de temporada, a comer
en bares y restaurantes, a cenar menos sano, tirando más de comida precocinada,
cargada de conservantes y colorantes. Parece que esta corriente se está
frenando poco a poco debido a una nueva ola de querer comer “verde y sano”. En
este escenario, con cifras históricas de obesidad infantil y adulta, con la
cronicidad de multitud de enfermedades, con la saturación de los servicios
sanitarios, con la pérdida de las buenas costumbres, parece que nos toca volver
a nuestras raíces culinarias, a recuperar la alimentación más natural.
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