"Sólo sufrimos porque
pensamos que las cosas deberían ser de otra manera. En cuanto abandonamos esta
pretensión, dejamos de sufrir". Pablo d'Ors
¿Cómo enseñar a alguien a sufrir?
¿Es
posible aprender a manejar el propio malestar?
¿Llegar
a ser excelente en el manejo?
¿Cómo
ayudar al que sufre a mirar a los ojos de su propio sufrimiento?
¿Cómo
hacer comprender al que se ahoga en la dificultad que por muy real que sea su
sufrimiento este no puede comprometer por si mismo su vida?
Lo habitual cuando uno experimenta malestar es:
1. Huir
Si esto no funciona:
2. Atacar
Tanto hacia fuera como sobre todo a uno mismo.
Darse caña uno mismo es una de nuestras actividades favoritas, no es fácil
reconocerlo.
Nuestra cultura ha sofisticado la huida, entre
otras cosas se considera una civilización del espectáculo y la distracción.
Cada vez nos rodean más pantallas, aparatos y adminículos que nos ayudan en
esta misión para permanecer permanentemente despistados.
Pero llega un punto en que nada consigue
distraernos del malestar cuando este es lo suficientemente fuerte. Al finar
caemos en sus garras y nos rallamos. Comenzamos una dinámica de centrifugado
cognitivo y emocional de la que es muy difícil salir. Si han visto alguna vez
algún roedor corriendo dentro de una rueda saben de lo que hablo.
La sociedad termina convirtiendo el malestar en
una fuente de bienes de consumo. Ante la mínima incomodidad se nos ofrecen
incontables productos y servicios. Pase por caja, consuma, compre, diviértase.
Y cuando el centro comercial no es suficiente acuda a los servicios sanitarios
que estarán encantados de atenderle. De esta forma las consultas de terapeutas
alternativos, complementarios, suplementarios o reglamentarios están
rebosantes, ya sean públicas o privadas, elitistas o de barrio.
Los profesionales sanitarios reciben una enorme
carga de malestar sobre ellos para la que disponen de tiempos limitados. Es
frecuente que la respuesta sea química o industrial. Tome usted esta pastilla o
pase usted al siguiente especialista de la cadena. Muy pocas veces se llama
malestar al malestar. Muy pocas veces se ayuda a quien lo siente a reconocer su
responsabilidad en sobrellevarlo y acunarlo.
Tenemos en las manos la paradoja de ser una
sociedad en constante busca de la felicidad, o lo que es lo mismo: en
permanente huida de la infelicidad. Y hemos olvidado que ambas son la cara y la
cruz de la existencia, no hay luz sin sombra ni sombra sin luz.
Los profesionales de la salud tenemos una
asignatura pendiente para ayudar a la persona que sufre a reconocer lo que es
malestar inherente a la vida y diferenciarlo de la enfermedad. También hemos de
aprender a acompañarlo, orientarlo y aliviarlo y no solo a tratarlo. La
respuesta fácil para nosotros es la pastilla, pero no siempre es la correcta.
Los ciudadanos en general tenemos otra
asignatura pendiente, la de manejar mejor el malestar y la infelicidad personal
cimentando un autocuidado basado en la aceptación, el autoconocimiento y la
búsqueda de soluciones personales en lugar de seguir culpando a los demás del
mismo y exigiendo al estado que nos quite de encima una infelicidad que no es
su competencia.
Leer
más y fuente: https://www.doctorcasado.es/
OBSERVACIÓN: El contenido de la información ha sido obtenida mediante un sistema de búsqueda en Internet. Su titularidad corresponde a la Web de origen salvo lo dispuesto en la misma. Cualquier, comentario, duda, aclaración o errata que observe le rogamos nos lo comunique a través de sosictus@gmail.com. Gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario