Las
vitaminas que recomiendo a mi madre
“A ver, Juan, dime qué es lo que
tengo que tomar”.
A todas las personas que me plantean esta
pregunta (entre ellas mi madre) les recomiendo un complejo de vitamina D3 y vitamina
K2.
¿Por qué? Porque queremos evitar a los que
apreciamos…
·
…encontrarse tirado en el suelo de la
cocina tras un infarto cerebral.
·
…verse en una ambulancia, con la
sirena a toda pastilla, con las arterias del corazón obstruidas.
·
…acabar su vida en una silla de ruedas
o postrado en una cama de hospital porque tiene los huesos tan frágiles que la
cadera o la muñeca se rompen como el cristal de Bohemia.
·
…o incluso sufrir dolores
insoportables derivados de un cáncer.
Por eso es tan importante tomar
vitamina D3 y vitamina K2 que, sin por supuesto representar una protección
total, reducen de manera significativa todos y cada uno de estos riesgos, más
que cualquier otra sustancia, ya sea natural o no.
El dúo básico de los
complementos nutricionales
La vitamina D3 y la vitamina K2 forman
el dúo básico de los complementos nutricionales, por encima incluso de los
omega 3, el magnesio, las multivitaminas y los probióticos.
Por supuesto, estoy hablando de un complemento
nutricional generalista, que nos interesa a todos.
Después, sobre el terreno, en función de las
necesidades y el estado concreto de salud, cada uno adopta una estrategia
diferenciada, con productos especiales para el cerebro, el corazón, el sistema
inmunitario, las articulaciones, la próstata, etc.
Pero el tronco común sigue siendo vitamina D3
con vitamina K2.
Carencia de vitamina
D: un aumento del 57 % en el riesgo de muerte prematura
La vitamina D3 es la forma más
asimilable de la vitamina D.
Un amplio estudio publicado en junio de 2014 en
el British Medical Journal indicaba que unas tasas bajas de
vitamina D están ligadas a un aumento de la mortalidad del 57 % sumadas todas
las causas. (1)
Según un estudio elaborado por tres
especialistas en la vitamina D (WB Grant, CF Garland y MF Holick), tan sólo en
Gran Bretaña habría 22.000 fallecimientos por cáncer menos todos los años si la
población tuviera una mejor tasa de vitamina D.
Estamos hablando de que en el mundo entero
podrían salvarse millones de vidas todos los años.
En efecto, un buen aporte de vitamina D reduce
la mortalidad a todos los niveles (o casi).
Si pasa del estado de carencia (menos de 10 ng
de vitamina D por mL de sangre) al estado óptimo (entre 50 y 75 ng/mL),
obtendrá los efectos siguientes:
- · un descenso del 50 % en el riesgo de padecer un infarto.
- · un descenso del 80 % en el riesgo de tener esclerosis múltiple.
- · un descenso del 83 % en el riesgo de contraer una gripe.
- · un descenso del 50 % en el riesgo de padecer fracturas y osteoporosis.
- · un descenso del 71 % en el riesgo de tener diabetes tipo 1.
- · un descenso del 83 % en el riesgo de sufrir cáncer de mama.
- · un descenso del 80 % en el riesgo de cáncer de colon.
- · un descenso del 50 % en el riesgo de leucemia.
- · un descenso de entre el 65 y el 75 % en el riesgo de cáncer de páncreas, de vejiga y de riñón.
- · un descenso del 63 % en el riesgo de padecer asma. (2)
La mayoría de la gente
tiene insuficiencia de vitamina D
Aunque es un problema más grave en los
países más fríos y oscuros, en España, pese a tener un clima en principio
propicio para que nuestro organismo pueda producir una adecuada síntesis de
vitamina D por exposición solar, el déficit de vitamina D entra dentro de lo
alarmante. Evidentemente, se produce una importante variación en el nivel de
vitamina D entre los meses de poco sol y los de mucho sol, pero en estos
segundos no llega a normalizarse el nivel de vitamina D después de los
primeros.
Hay estudios concretos que confirman que la
población española también sufre déficit de vitamina D, y cuya conclusión es
que en áreas geográficas variadas y en distintos tramos de edad, la población
española, pese a vivir en un país bañado por el sol, tiene déficit de esa
vitamina. (3) (4) (5)
La vitamina D es rara en la alimentación; el
principal aporte procede en principio de la piel, que la fabrica bajo el efecto
de los rayos solares UVB, pero para ello hay que exponerse lo suficiente al sol
todos los días.
Por desgracia, hoy en día la mayor parte de los
occidentales pasa la mayoría del tiempo en casa, en la oficina, en el coche, en
centros comerciales…
El resultado es un gran déficit, que tan sólo se
puede compensar tomando a diario un complemento de vitamina D, en forma de
aceite o de comprimidos.
No obstante, hay que ser cauto a la
hora de decantarse por una forma u otra de la vitamina D, puesto que la
vitamina D3 que entra en el sistema circulatorio es más eficaz que la vitamina
D2. (6) (7)
En cuanto a la dosis, los especialistas
recomiendan en general de 2.000 UI (unidades internacionales) a 6.000 UI al día
en los adultos y entre 500 y 2.000 UI al día para los niños (en función de la
edad).
A este nivel no existe riesgo de intoxicación, y
es que nunca se ha observado toxicidad con dosis inferiores a las 40.000 UI al
día, y eso tomándola durante varios años.
Pero es fundamental completarla con vitamina K2,
cuyos beneficios va a ver que también son igual de impresionantes. La
combinación de ambas permite llegar todavía más lejos al crear una sinergia
contra las enfermedades más graves.
Esta vitamina fija el
calcio en los huesos, no en las arterias.
La vitamina K2 es una vitamina
extraordinaria, que le protege contra dos de las principales causas de
hospitalización y fallecimiento:
el riesgo de enfermedad cardiaca
(cardiopatía hipertensiva, infarto y accidente cerebro vascular).
el riesgo de fracturas.
De hecho, la vitamina K2 actúa como un
guía-acompañante del calcio en el organismo.
La idea de que el calcio que absorbe se va a
fijar en los huesos es uno de los mitos más arraigados y más peligrosos en el
campo de la salud. En realidad, el calcio alimentario no tiene ninguna razón
para querer penetrar en los huesos.
Lo que suele hacer a menudo es mucho más simple:
entra en la sangre y luego se deposita en las arterias. Ahí, se une al
colesterol, a las plaquetas de la sangre, al hierro y a otros componentes para
formar una placa cada vez más rígida. Las arterias se endurecen
(arterioesclerosis) incrementándose el riesgo de sufrir un accidente vascular
que ocluya completamente la luz de las arterias, provocando secundariamente un
infarto o un ictus.
Juan-M. Dupuis
Leer más y Fuente:
http://www.saludnutricionbienestar.com/tener-salud-eletter/?utm_source=Email&utm_medium=tener-salud-editorial&utm_content=eletter-arriba&utm_campaign=201512-Q-vitD3K2
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