Los cambios bruscos de
temperatura, humedad y presión atmosférica repercuten sobre la salud. Un 30% de
la población puede predecir a través de su cuerpo cuándo va a cambiar el
tiempo, mientras un porcentaje todavía mayor experimenta trastornos cuando se
alteran las condiciones meteorológicas
En la antigüedad, los
egipcios, griegos, romanos y árabes dedicaron largas horas a estudiar lo que
sucedía cuando cambiaba bruscamente el tiempo.
Y observaron que el frío y el calor, el viento y la humedad, la niebla y las
tormentas repercutían en la salud física y en el estado anímico de las
personas. Desde entonces, multitud de investigaciones médicas han confirmado
que cada vez que cambia el tiempo de golpe aparecen o se agravan diversas patologías,
desde cefaleas hasta depresiones, pasando por el asma, el acné, la ansiedad o
la fatiga.

Volviendo
a Luisa, la maquilladora de Tomàs Molina forma parte del 30% de la población
que es meteorosensible, es decir, que es capaz de pronosticar que un
luminoso día puede tornarse en lluvioso en cuestión de horas, bien sea por un
dolor repentino de huesos o por una sensibilidad diferente en una cicatriz.
Sobre estas personas con meteoropatías, revistas científicas del lustre
de The Lancet, Nature o International Journal of Biometeorology han
publicado artículos trascendentes que vienen a confirmar que este tipo de percepciones
tiene base científica.
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