La encargada de la Unidad de Ictus del Virgen
Macarena muestra cómo esta patología sigue siendo una desconocida para la
sociedad.
A buen seguro que le sonará la palabra ictus. La asociación directa a una patología es clara,
concisa y directa. Casi tan repentina como al que tiene la desgracia de
sufrirlo. Hasta ahí no hay duda: el ictus ha llegado al vocabulario
de la calle. Sin embargo, ese conocimiento se ha quedado en la
superficie. Ni se conoce ni el tratamiento ni los factores preventivos. Así de
contundente se mostró la doctora Mari Ángeles Quesada García,
directora de la Unidad de Ictus del Hospital Virgen Macarena y la
última visitante ilustre del programa de salud La Consulta, que se emite cada martes a las 21.00
horas en El Correo de Andalucía TV. “Hay estudios que indican que hasta el 56
por ciento de los pacientes que acuden a una consulta de Neurología no
reconocen los síntomas”, recalcó la neuróloga, que precisó que su detección no
es ni mucho menos fácil.
La falta de concreción de lo que es un ictus y sus
consecuencias es, precisamente, el principal escollo en el que se encuentran
los profesionales sanitarios,
que disponen de un espacio limitado de tiempo para actuar de manera eficaz y
evitar que se queden secuelas. El umbral inicial –el de la primera intervención
eficaz– lo marca el llamado Código Ictus y está establecido en las cuatro horas
y media posteriores a que se producía ese episodio. De ahí la importancia de
saber que la hemiplejía –paralización de parte del cuerpo– no es el único
síntoma. “Para una paciente que desarrolle una afasia, es decir, una dificultad verbal, pasa más
desapercibido; y más cuando se trata de personas mayores, donde se suele pensar
que la mejor solución es acostarlo para ver si está mejor mañana al asociarlo a
achaques de la edad o cuestiones de memoria”, relata.
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