REPRODUCCIÓN DEL RELATO DE UN CASO
REAL PUBLICADO EN EL BLOG
"HUMANIZANDO LOS CUIDADOS INTENSIVOS".
Barcelona, 7 de diciembre de
2011
A/A Director/a servicios asistenciales Hospital General de XXXXX
A/A Director/a servicios asistenciales Hospital General de XXXXX
Me llamo Juan M. Leyva Moral, soy
enfermero y en la actualidad desarrollo mi labor profesional como docente en
una Escuela de Enfermería, tras muchos años de experiencia en el ámbito
asistencial (UCI y Atención Primaria). Le hago llegar estas líneas para expresarle
mi insatisfacción en relación a la atención que mi padre recibió durante los
días que estuvo ingresado en el centro que usted dirige.
Durante la tarde del pasado día 13
de noviembre, mi padre ingresó en el Hospital XXXXX afecto de un ictus hemorrágico.
Una vez realizadas todas las evaluaciones diagnósticas se decidió ingresarlo en
la Unidad de Cuidados Intensivos (box 1) para observación y tratamiento. La
atención médica recibida fue objetiva, rápida y eficaz, pero por mucho que me
duela tengo que decirle que la atención enfermera recibida fue devastadora.
Quiero permitirme el lujo de darle algún detalle gráfico que espero le resulte
igual desalentador como me resultó a mí y a los míos:
1. Los horarios de visita.
En el estado emocional de mi
madre y hermanos era delicado y entendieron lo que pudieron. Nadie se preocupó
por eso. (...) El
problema vino al día siguiente por la tarde cuando las enfermeras o auxiliares
en tono descarado, amenazante, dominante y exigente nos indicaron la obligatoriedad
de la presencia de un único familiar dentro del box y de no hacer muchos
cambios de familiares.
Una simple explicación pausada,
empática y cercana hubiera sido necesaria para evitar este conflicto.
Mientras acompañaba y cuidaba de mi
padre esa tarde, tuve la oportunidad de escuchar la conversación de las
enfermeras en relación a lo sucedido:
Enfermera A: "Pues fíjate que
lo que me ha dicho la hija del 1, que la he tratado de forma borde. Yo no he
estado borde!, sólo le he explicado las normas y ella se ha enfadado".
Enfermera B: "Aquí lo que pasa
es que no podemos hacer excepciones, debemos tratarlos a todos igual y debemos
marcar ya desde el primer día!"
Me pregunto a que se refería cuando
hablaba, a gritos, de "marcar" dado que parecía que hablaba más de
ganado que de personas (...). Sólo
un enfermero del turno de la mañana se presentó por su nombre en la UCI.
2. Trato humillante a otros pacientes / familiares
Enfermera C: "¿Qué diagnóstico le pongo a la del Box 4?"
Enfermera D: "¿Diagnóstico? ¡Ponle pesada! ¡Eso es lo que es! "
Esto a gritos en medio del control
de la unidad. Me preguntaba dónde estaban los valores humanistas (y la
educación general) que tanto hemos promulgado desde la docencia y la práctica
enfermera.
Además esta misma Enfermera D,
especialista en interrumpir el descanso de los pacientes dado los gritos que
empleaba, dijo textualmente a una paciente "¡No te quejes tanto! Si te
duele, te aguantas que bien te tendré que curar, ¿no?! ".
No quiero olvidarme de que se nos
informó que era necesario que hubiera alguien siempre a la hora de las comidas
y que de no ser así "quedará de los últimos y comerá frío porque aquí no
podemos estar por todo", un gran comentario para añadir angustia y
culpabilidad la nuestro proceso.
El ingreso a la planta fue por la
tarde. A la llegada, mi madre sufría por el hecho de que mi padre llevaba unos
días sin hacer deposición. Con tono cordial y amable le comentó a la auxiliar
(ahora sí, porque lo pude leer en la etiqueta del uniforme no porque se
presentara ella misma) si sería posible hacer algo para ayudarle a defecar. La
respuesta recibida fue "¡vaya! pues también llevaba días sin hacerlo a la
UCI, ya le podían haber dado algo allí. Hoy tenemos muchos ingresos, deberá ser
mañana". Nos quedamos sin palabras.
Pedí si se le podían colocar unas taloneras para
evitar la aparición de úlceras por presión y la respuesta fue similar "en
la UCI bien que no llevaba!". Una vez le dije que era enfermero su actitud
cambió un poco y fue mas permisiva y cordial. La enfermera apareció por la
habitación una o dos veces, sin presentarse como siempre, con prisa y
transmitiendo una sensación de "ahora no puedo estar por vosotros y,
además, por su padre poco se puede hacer". Afortunadamente, los días
pasaron y pudimos comprobar que la actitud de tal enfermera fue puntual y el
trato, aunque distante, siempre fue correcto.
Otra experiencia dolorosa fue la intransigencia del
equipo médico a la hora de informar a las familiar. Debía ser siempre entre las
7:30 y las 8:00 de la mañana y fuera de ese horario no se informaba de nada.
Parece como si el horario estuviera escogido a conciencia para evitar informar
a las familias, sobretodo teniendo en cuenta que se trata de un hospital que
atiende a personas residentes a varias decenas de kilómetros de distancia. Las
explicaciones siempre fueron breves y apresuradas, nunca por el mismo médico, y
en ocasiones contradictorias.
Nunca nadie nos preguntó cómo estábamos, si
necesitábamos algo, si nos asustaba nada.
Nunca nadie nos ofreció un espacio para poder hablar,
para poder expresar nuestras emociones. Daba la sensación de que nos rehuían
para evitar abrir nuestra caja de las emociones.
Afortunadamente, un sábado por la mañana apareció una
auxiliar que trató a mi padre por su nombre, sin consultar la pulsera
identificativa previamente, que se dirigió a mí como hijo, que me preguntó cómo
me encontraba, que me hizo entender que lo sucedido era muy duro y largo y que,
en definitiva, le importaba lo que estábamos pasando. Me puse a llorar como
deseaba hacerlo desde hacía días y ella me lo permitió, acompañándome con
gestos empáticos y abrazos sinceros. No puedo más que felicitarla.
Desgraciadamente, no volví a verla, y nadie más adoptó su papel, salvo un
enfermero del turno de la mañana que no conocí personalmente pero tanto mi
padre como mi madre hablaban maravillas de él.
Otra experiencia digna de reflexionar sucedió durante
una de las noches. En pleno uso de sus facultades, mi padre llamó al timbre
dado que no se encontraba bien. Cuando vinieron estaba sufriendo una
taquiarritmia. Curiosamente, pocos días antes algún profesional del turno de
noche tuvo el placer de informar a mi padre que si llamaba mucho al timbre
"¡se lo vamos a cortar!". Esto lo explicaba mi padre con lágrimas en
los ojos durante el pase de visita médica, con miedo y con sentimiento de
culpa, acompañando el relato con un deprimente "yo tenía una perra que
cuidaba mejor que lo que me cuidan ustedes aquí".
Llegados a este punto, decidí hablar en persona con
la Coordinadora de enfermería de la planta, la cual me atendió de forma
calmada, educada y mostrando empatía por mis sentimientos pero cuestionando
muchas de las cosas que le decía. He decir que días después de esta reunión con
la coordinadora llegué a sentirme culpable de lo sucedido y tuve dudas sobre si
lo que estaba experimentando era cierto o estaba maquillado por la alta carga
emocional del proceso.
Cada vez que pensaba en las lágrimas de mi
padre, de mi madre y mis me convencía de que todo lo experimentado fue real y
por eso resumo mi experiencia vivida como una "EXPERIENCIA DE CUIDADOS
BASADA EN LA AUSENCIA DE HUMANISMO".
Soy consciente de que la situación económica de
nuestro país es muy delicada así como de las medidas compensatorias que tuvo
que ser utilizadas para paliar esta situación, pero nuestra profesión, basada
en el humanismo, no puede permitirse un recorte en fundamentos teóricos y
existenciales tanto sólidos como son el acompañamiento, la empatía, la
educación, la discreción, la calidez y el respeto.
Espero que reflexione acerca de esta experiencia y
mire de encontrar fórmulas para evitar el mal que otros usuarios puedan sufrir.
Nosotros nos conformamos con esto, a nosotros el daño ya se nos ha hecho, pero
nos sentiríamos plenamente satisfechos al saber que se adoptarán medidas para
evitar situaciones como las que hemos vivido nosotros estos días.
Reciba un cordial saludo.
Juan Manuel Leyva Moral
FUENTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario