Los humanos
nacemos para morir, como todos los seres vivos. Además, tenemos la peculiaridad
de pensar sobre nuestro destino, sobre el antes, el presente y el después. Por
ello podemos preguntarnos de dónde venimos, qué hacemos aquí y adónde vamos. Es
fácil así la angustia vital, ese estado anímico que estudiaron con énfasis los
filósofos existencialistas, como parte de la condición humana y de la
responsabilidad individual frente a la libertad y al significado de la vida.
Es, también, el miedo ante el compromiso familiar, laboral y social (el deber
para los otros), pues los humanos vivimos ineludiblemente en sociedad.
El miedo es
emoción básica humana, imprescindible para sobrevivir a los riesgos habituales
ayer, hoy y siempre. La cuestión es aceptar el miedo como parte de la vida y no
querer “matarlo”. Lo importante es interiorizar que un cierto grado de miedo y
de angustia vital forman parte de la normalidad. No podemos vivir sin miedos y
sin angustia vital y, de hecho, el valiente es quien controla prudentemente el
miedo, no el que no lo tiene.
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Fuente: http://www.nogracias.eu/2015/03/01/la-medicalizacion-de-la-vida/
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