Cuando nos invade un problema como seres humanos intentamos
remediarlo lo más tempranamente posible. Uno de los criterios que utilizamos
frecuentemente es la cercanía de los recursos en los que nos podemos apoyar,
después analizamos el coste (vamos a echar un vistazo, lo vemos, lo analizamos)
y si nos convence nos lo quedamos.
¡¡¡¡¡¡ALERTA!!!!!!
Nos
olvidamos de que es mucho
más importante que la cercanía, el coste y el envoltorio (capacidad orativa,
presencia de la clínica o si es guap@ y viste bien el/la terapeuta - que todos
sabemos que vende-) la FORMACIÓN.
Cuando
tengo un familiar cercano y le da un ictus o sufre un TCE (Traumatismo
Craneoencefálico), se que debo ir al hospital y allí estará bien atendido. Pero
cuando todo esto termina, existe un vacío en el que muchos
sapos se visten de príncipes y
te venden hasta un plumas en el caribe. Pero tú, con toda tu buena intención y
tu buen hacer, lo compras.
Una
de las causas por la que esto ocurre, es porque los tratamientos de larga
duración que requieren de profesionales de mi perfil (Neuropsicología) no están integrados en
la sanidad pública. Siempre se va a tener que acudir de
manera privada,
es decir, lo vas a tener que costear de tu bolsillo; esto nos lleva al
siguiente problema. Cuando
alguien del sector público nos aconseja sobre un servicio privado, pensamos
casi de inmediato que hay intereses económicos ocultos, cuestionando su buena
profesionalidad, es por ello, que en muchas ocasiones estos sanitarios públicos
o bien deciden no decir nada y que sea la propia familia quien elija o, lo
tienen prohibido desde más arriba.
Una
de las primeras
cosas que debemos mirar, insisto, es
la FORMACIÓN.
No debemos tener miedo a preguntar por la trayectoria académica y profesional
de nuestro terapeuta, el tipo de pacientes que está acostumbrado a ver y los
años de experiencia. Debemos indagar qué formación es la que tiene, cuántas
horas de prácticas tutorizadas ha recibido (siempre están los contenidos
formativos colgados en algún lado de internet-copiamos la titulación exacta y
voilá.
Mirad también que sea una entidad grande y pública quien expida el
título, en muchas ocasiones se escudan en títulos que no sabemos de dónde
aparecen), importantísimo, ya que de los libros a la práctica clínica todo
cambia, no es como poner una lavadora, que siempre son los mismos programas. Una persona es
diferente a otra con sus particularidades y su experiencia vital, a lo que el
terapeuta debe amoldarse como si de un guante se tratase. A mi
no se me ocurriría ponerme el zapato del vecino por muy cómodo que a él le
parezca, cada zapato se amolda a su dueño, lo mismo con el terapeuta se debe
adaptar al paciente.
Una
buena intervención desde los inicios garantiza mejoría, si nos
equivocamos en la elección estaremos perdiendo tiempo para poder restablecer
los daños y calidad de vida del paciente y de su entorno.
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