Los ronquidos pueden parecer algo no demasiado serio… al
principio. Lo más habitual es que terminen convirtiéndose en un verdadero
problema que provoca el malestar y el enfado de la pareja y del resto de la
familia.
Solemos imaginar a la persona que ronca
profundamente dormida y haciendo un ruido de motor diésel, pero raramente es
esto lo que ocurre. Los ronquidos no dejan dormir a nadie: ni a los que duermen
junto a quien ronca… ni al propio autor de los ronquidos. Y es que la persona
que ronca pronto empieza a sentirse culpable, despertándose con la angustia de
estar molestando, con lo que al final todo el mundo pasa una mala noche.
Con el tiempo, tanto la persona que ronca como
quien duerme a su lado acaban padeciendo irritabilidad, fatiga y somnolencia a
lo largo de toda la jornada; se concentran peor, son menos eficaces, su memoria
se deteriora y acaban perdiéndolo todo (llaves, teléfono, gafas, etc.)…
Y a largo plazo, la fatiga y la somnolencia
aumentan el riesgo de padecer enfermedades cardíacas: infartos, accidentes
cerebrovasculares -ACV-, hipertensión… (1)
Además, las personas que roncan se ven
condicionadas en multitud de situaciones: no se atreven a dormir en casa de sus
amigos; de viaje se ven obligados muchas veces a reservar una habitación
aparte, ya que nadie quiere compartir habitación con ellos; evitan quedarse
dormidos en trenes y aviones, por ejemplo, porque saben que despertarán la ira
de muchas personas…
Sin embargo, lo peor son los problemas de
pareja. Muchas veces la falta de descanso termina llevándoles a dormir en
habitaciones diferentes.
Es decir, a la larga los ronquidos acaban
suponiendo un coste nada despreciable, tanto familiar y social como profesional
e incluso económico.
Y el problema es considerable: en España el 50%
de los hombres y el 25% de las mujeres roncan habitualmente. (2)
Si usted es una de las muchas personas que cada
noche se ven afectadas por este problema y quiere terminar con él cuanto antes,
aquí tiene unos consejos.
Pero aclaremos algo primero: ¿por qué roncamos?
Durante el sueño, los tejidos de la garganta se relajan (a
medida que la edad avanza suele haber una mayor relajación). En algunos casos,
los tejidos bloquean parcialmente el paso del aire y vibran cuando el aire se
abre camino. También pueden interferir en la respiración y vibrar con ese paso
del aire la parte trasera de la lengua, las amígdalas, la úvula (es el pequeño
bulto que cuelga entre las amígdalas, popularmente conocido como campanilla) y
el paladar blando (la parte trasera de la bóveda palatina, que está unida a la
úvula).
No hay comentarios:
Publicar un comentario