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domingo, 14 de julio de 2019

HACIA UNA PEDAGOGIA DEL MALESTAR

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"Sólo sufrimos porque pensamos que las cosas deberían ser de otra manera. En cuanto abandonamos esta pretensión, dejamos de sufrir". Pablo d'Ors

¿Cómo enseñar a alguien a sufrir?
¿Es posible aprender a manejar el propio malestar?
¿Llegar a ser excelente en el manejo?
¿Cómo ayudar al que sufre a mirar a los ojos de su propio sufrimiento?
¿Cómo hacer comprender al que se ahoga en la dificultad que por muy real que sea su sufrimiento este no puede comprometer por si mismo su vida?

Lo habitual cuando uno experimenta malestar es:
1. Huir

Si esto no funciona:
2. Atacar
Tanto hacia fuera como sobre todo a uno mismo. Darse caña uno mismo es una de nuestras actividades favoritas, no es fácil reconocerlo.


Nuestra cultura ha sofisticado la huida, entre otras cosas se considera una civilización del espectáculo y la distracción. Cada vez nos rodean más pantallas, aparatos y adminículos que nos ayudan en esta misión para permanecer permanentemente despistados.

Pero llega un punto en que nada consigue distraernos del malestar cuando este es lo suficientemente fuerte. Al finar caemos en sus garras y nos rallamos. Comenzamos una dinámica de centrifugado cognitivo y emocional de la que es muy difícil salir. Si han visto alguna vez algún roedor corriendo dentro de una rueda saben de lo que hablo.

La sociedad termina convirtiendo el malestar en una fuente de bienes de consumo. Ante la mínima incomodidad se nos ofrecen incontables productos y servicios. Pase por caja, consuma, compre, diviértase. Y cuando el centro comercial no es suficiente acuda a los servicios sanitarios que estarán encantados de atenderle. De esta forma las consultas de terapeutas alternativos, complementarios, suplementarios o reglamentarios están rebosantes, ya sean públicas o privadas, elitistas o de barrio.
Los profesionales sanitarios reciben una enorme carga de malestar sobre ellos para la que disponen de tiempos limitados. Es frecuente que la respuesta sea química o industrial. Tome usted esta pastilla o pase usted al siguiente especialista de la cadena. Muy pocas veces se llama malestar al malestar. Muy pocas veces se ayuda a quien lo siente a reconocer su responsabilidad en sobrellevarlo y acunarlo.

Tenemos en las manos la paradoja de ser una sociedad en constante busca de la felicidad, o lo que es lo mismo: en permanente huida de la infelicidad. Y hemos olvidado que ambas son la cara y la cruz de la existencia, no hay luz sin sombra ni sombra sin luz.

Los profesionales de la salud tenemos una asignatura pendiente para ayudar a la persona que sufre a reconocer lo que es malestar inherente a la vida y diferenciarlo de la enfermedad. También hemos de aprender a acompañarlo, orientarlo y aliviarlo y no solo a tratarlo. La respuesta fácil para nosotros es la pastilla, pero no siempre es la correcta.

Los ciudadanos en general tenemos otra asignatura pendiente, la de manejar mejor el malestar y la infelicidad personal cimentando un autocuidado basado en la aceptación, el autoconocimiento y la búsqueda de soluciones personales en lugar de seguir culpando a los demás del mismo y exigiendo al estado que nos quite de encima una infelicidad que no es su competencia.
Leer más y fuente: https://www.doctorcasado.es/


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