La Climatología Médica es la encargada de estudiar la relación entre los
agentes físicos y la salud.
Hoy en día la ciencia permite afirmar que el clima, la temperatura
ambiental, la humedad, o la presión atmosférica son factores
biodinámicos, pues afectan al sistema endocrino y a todos los sistemas
biológicos. Con la información captada de las condiciones ambientales, el
cerebro envía órdenes de liberar o no ciertas hormonas que regulan funciones
como el sueño, el apetito o la temperatura corporal.
La Lluvia: La humedad, en principio,
es beneficiosa para el organismo; salvo en casos de algunas enfermedades de
origen reumatológico, el agua nos aporta salud. Desde la piel hasta las vías
respiratorias… El cuerpo necesita, ¡agua!
En cambio puede influir negativamente, ya que la lluvia
conlleva una falta de luz, en el estado de ánimo. Está demostrado que en los
países o zonas demasiado lluviosas el número de depresiones aumenta,
considerablemente, en relación a otros en los que predomina el sol.
El viento: Purifica y limpia el aire. Elimina la contaminación.
Pero el viento puede, también, provocar cefaleas y según un estudio realizado
en el hospital del Mar de Barcelona cuando sopla Poniente se triplica el
riesgo de sufrir crisis de angustia pues altera el nivel de serotonina.
La nieve: Al igual que la
lluvia nos aporta humedad y, con ello, un efecto beneficioso para el
organismo. Pero al contrario de lo que ocurre en los días nublados, la luz se
magnifica y el reflejo del sol sobre la nieve puede producir quemaduras y
lesiones, importantes, en los ojos. ¡Hay que utilizar, siempre, una buena
protección solar!
Frío: Las bajas
temperaturas generan, en ocasiones multitud de dolencias, aunque el organismo
sabe adatarse a esos cambios y, bien utilizado, el frío resulta, también,
bueno para el organismo, es el caso de la crioterapia que, provocando el frío
de una forma artificial, tiene aplicación sobre numerosas patologías. El frío
produce una vasoconstricción general y también una contracción a nivel
muscular que, de forma progresiva, produce un fortalecimiento general del
organismo gracias a las reacciones que se producen para regular la
temperatura corporal.
El calor: De todos es sabido que los climas cálidos favorecen la
recuperación de ciertas enfermedades reumatológicas, así como, mejoran
considerablemente, algunos procesos alérgicos y respiratorios. En la parte
negativa, si el calor es excesivo y nuestro cuerpo no se adapta
paulatinamente, puede producirse el, tan temido, "golpe de calor".
¡Nunca debemos olvidar, en estos casos, la necesidad de consumir líquidos!
Aunque de forma más sutil, la presión atmosférica es otro de los agentes físicos que
más interfiere en la salud. De hecho, un estudio reciente confirma algo que
siempre ha formado parte de la sabiduría popular: "la influencia de los
cambios del tiempo en el dolor reumático" y se ha demostrado que los
enfermos de artrosis sufren un incremento del dolor en sus articulaciones
cuando disminuye la presión barométrica. En el caso de la presión atmosférica
baja se produce un incremento en la producción de glóbulos rojos. Esto sucede
cuando, por ejemplo, se sube a grandes alturas. Por eso, sirve para mejorar
la anemia, porque el cuerpo al intentar adaptarse a la altura, ante la
carencia de oxígeno, estimula la producción de eritropoyetina, una hormona
que produce el riñón y que a su vez estimula la de hematíes para que
transporten más oxígeno. De hecho, muchos atletas realizan su entrenamiento
muchos metros por encima del nivel del mar buscando este efecto.
Y, por último, no nos olvidemos del sol, una exposición
controlada mejora, considerablemente, ciertas enfermedades de la piel como la
psoriasis, las dermatitis o el acné. Es una fuente inagotable de vitamina D
(necesaria para que nuestro organismo asimile el calcio, por ejemplo). Y,
psicológicamente, nos afecta al mejorar nuestro estado de ánimo. Sus
beneficios han dado lugar al desarrollo de la helioterapia. Especialmente, la
ausencia de luz solar influye negativamente sobre el estado de ánimo y afecta
a la capacidad del cerebro para el manejo de la información.
En conclusión, la temperatura, la humedad, el calor… Nos
afectan. Y, cada vez más, surgen terapias cuyo fin es conseguir utilizar
estos cambios en nuestro beneficio
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