Factores
psicológicos y fisiológicos son los causantes de que este valor pueda ser
diferente en cada persona
ENRIQUE HERNANZ / DIGITALMETEO
EFE
En estos primeros
días de calor, en los que en numerosos puntos del sur del país las
temperaturas mínimas son incapaces de descender de los 20 grados, el uso del
aire acondicionado se hace indispensable para poder conciliar el sueño. Muchas
veces, el uso de este aire acondicionado está más que justificado, pero no son
pocos los lugares públicos y de trabajo en los cuales el abuso de la
climatización es común, y por lo tanto no se consigue que la temperatura sea confortable para el ser humano.
Y es que desde finales del siglo XIX numerosos
climatólogos se han encargado de intentar averiguar cuáles son las condiciones
ideales para vivir, o lo que es lo mismo, cual es el umbral térmico en el que la mayoría de personas dice
sentirse bien. En ocasiones este valor ideal puede verse alterado por factores
psicológicos, pero fisiológicamente nuestro cuerpo tiene unos mecanismos de
termorregulación que se activan cuando hace demasiado frío o calor, y que no se
ven alterados cuando encontramos el equilibrio térmico.
Este equilibrio térmico, no sólo depende de la
temperatura, y variables como la humedad, el viento y la radiación cobran
especial importancia. Cuando se conjugan todos ellos obtenemos podemos calcular
un nuevo valor, que es la sensación
térmica o la temperatura que
siente nuestro cuerpo, aunque la temperatura real del aire sea diferente.
De todos es sabido que a una misma temperatura
de por ejemplo 30 grados, la
sensación de calor es mayor cuanta más alta sea la humedad. Sin embargo, cuando
las temperaturas son bajas, la sensación de frío también aumenta si la humedad
relativa del aire está en valores muy elevados.
Por otro lado, el viento siempre tiende a hacer
descender la sensación térmica, aunque no en todos los casos, ya que con
temperaturas superiores a 40 grados, la sensación de calor aumenta cuanto más
fuerte sople el viento.
El bienestar: entre 21 y 26 grados
Una vez
tenidos en cuenta todos estos diversos factores, a lo largo del siglo XX los
diferentes climatólogos han elaborado un sinfín de cartas bioclimáticas o de
confort térmico. Evidentemente no todas ellas han tenido la misma acogida, pero
las más aceptadas indican que con sensación térmica de entre 21 y 26 grados
nuestro cuerpo estará en total armonía y equilibro con el entorno. Esto por
ejemplo quiere decir, que un día con una temperatura real de 28 grados, pero
con cielos nubosos, una humedad baja y bastante viento, será igual de
confortable térmicamente hablando que otra jornada con 20 grados, humedad alta,
mucho sol y viento en calma.
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